Historias del más acá
Carlos Puig
2009-08-29•Al Frente
Tache. Agosto de 2009. Foto: Claudia Guadarrama
La semana comenzó queriendo escándalo.
Tres cuartas partes de los maestros de educación pública habían “reprobado”. Para colmo, la SEP había mutilado… no… borrado la Conquista y la Colonia de la educación primaria del país.
Una rápida revisión del libro de cuarto de primaria para el año escolar que apenas comenzó, da cuenta que se dedican al menos cinco lecciones, unas 40 páginas, a la Conquista y a la Colonia.
Lo del examen para la asignación de plazas es más complicado. Hablé en MILENIO Televisión con Manuel Gil Antón, uno de los más inteligentes investigadores de asuntos educativos del país. Crítico severo del sindicato de los maestros y del gobierno que se le ha entregado, a Gil Antón le pareció una barbaridad la saña de los titulares periodísticos.
Después de la entrevista, Gil me envió un texto, a manera de cuento, para tratar de explicar la técnica que se había utilizado y como era imposible decretar que alguien hubiera reprobado, o que demostrara la calidad de los maestros. Gil Antón ha criticado el examen. Su argumento ha sido que, al contrario de lo que dice la SEP, no es un examen de oposición, sino de discriminación. Pero por ser eso, es imposible decretar la “burrez” de quienes lo toman.
Primero, Gil me explica que la evaluación está “purgada” de preguntas muy fáciles y muy difíciles. Es decir, en pruebas piloto, se han descartado las preguntas que 80% de los examinados aciertan, o las que 80% ignoran.
“Como lo que estás haciendo es un examen para repartir un bien escaso —me dice el investigador de la UAM y el Colmex— tienes que hacer un examen muy especial: si todas las preguntas son fáciles, entonces te van a hacer falta bienes (plazas), no vas a poder cumplir, pues casi todos van a sacar 10 o 9. Si lo haces muy difícil, casi nadie va a aprobar, y no vas a repartir los bienes.
Y no es que sean burros, sino que tienes que calibrar el examen para que ni todos lo respondan perfecto, ni se quede desierta la entrega de plazas. Esta es la teoría que subyace a un examen en que tienes que conseguir que un grupo específico destaque dado que lo que tienes que otorgar es limitado (libros, plazas, lugares para estudiar, becas, ingresos al servicio exterior) y, los que estudiamos esto, con buen humor lo llamamos un examen en que cada reactivo tiene que ajustarse al refrán: ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”.
Se podría decir que la curva estadística de resultados obtenidos en la evaluación es exactamente la que se quería obtener. El examen está diseñado para obtener esa curva.
La torpe presentación de resultados se presta al escándalo fácil. El rango de los maestros que “necesitan nivelación académica” es tan grande que hace imposible conocer el verdadero estado de los aspirantes. Los que tuvieron 26 aciertos y los que tuvieron 50 son puestos en la misma canasta. Sabemos que el promedio entre los maestros en activo aspirando a otra plaza estuvo en 62% de aciertos, lo cual ya no los “reprobaría”; pero no tenemos detalles.
Me escribe Gil Antón: “Espero que esto sirva para que entendamos el empleo de un examen para otorgar bienes escasos: que este tipo de examen sea el adecuado para otorgar plazas de maestro no es válido, ya que, entre otras cosas, no porque se sabe, se sabe enseñar: esto es, se debió hacer otro tipo de examen, quizá un conjunto de pruebas… pero ese es otro cantar. No más te digo eso, porque cuando he criticado que este tipo de examen no es de oposición, sino de discriminación por escasez de plazas, me han dicho que estoy loco. Pues no: están usando un termómetro para medir la presión arterial. Me dicen que el termómetro es finísimo, de última generación, importado de Júpiter… pues será, y no lo dudo, pero si es termómetro, por bueno, caro y hermoso que sea, no sirve para medir la presión arterial. Sirve para otra cosa… pero te digo, ese es otro cantar”. Hasta ahí el profesor Gil Antón.
El sistema educativo nacional está en problemas.
Graves, dicen los que saben.
Así lo confirman además las evaluaciones internacionales que comparan los conocimientos de nuestros estudiantes contra los de otras partes del mundo.
Deben ser muchos los elementos que contribuyen al panorama educativo nacional; pero quién puede dudar que uno de los principales es la inédita alianza política —que no educativa— entre el gobierno y el sindicato. Unión que no sólo ha persistido, sino que se ha agravado en los sexenios panistas. Confundiendo el papel de ambos en el proceso educativo, han presentado juntos los programas que supuestamente revolucionarán la educación en México. El ansia de votos ha hecho al gobierno soportar los excesos y opacidad de un sindicato corporativista, lleno de vicios, transas y corruptelas, y le ha entregado, en la persona del pariente de la líder, la educación básica del país.
La profesora Gordillo ha politizado y polarizado de tal manera el tema educativo que todo se ve a través de su crisol.
De eso, a que todos los maestros sean unos burros, reprobados, o que los maquiavélicos neoliberales quieran borrar la historia de México de nuestros libros, hay diferencias.
El mal diagnóstico trae malas soluciones