Microcréditos |
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Sergio Sarmiento21 Abr. 09"A fin de convertirse en amo, el político se presenta como siervo".
Charles de Gaulle
Nadie podrá acusar a nuestros políticos de entender cómo funciona la economía. No sorprende así que este pasado 16 de abril el Senado haya aprobado en lo general una iniciativa que otorga al Banco de México facultades para regular las tasas de interés. Como los propios senadores se dan cuenta de que el banco central no está contento con esta nueva responsabilidad, han incluido en la ley una cláusula que castigaría con juicio político a los funcionarios del banco si se resisten a realizar este trabajo sucio de control de precios.
En caso de que la iniciativa -que todavía debe ser aprobada en lo particular por los senadores- sea ratificada por los diputados, y si el Banco de México realmente cumple con el deseo de los políticos de bajar artificialmente las tasas de interés, el resultado sería un desplome del crédito para los más pobres del País.
Esto no lo entienden los políticos, pero es muy sencillo. Si un banco hace un préstamo de 100 millones de pesos, puede cobrar unos cuantos puntos porcentuales de interés sobre su costo de captación. Pero si otorga un microcrédito de 3 ó 4 mil pesos, ese margen no es suficiente ni siquiera para cubrir el costo administrativo. Un control de precios como el que quieren nuestros políticos resultaría en la extinción de los microcréditos.
Algo similar ocurriría en el caso de las tarjetas de crédito, que es el mercado que más parece preocupar a los legisladores (me imagino que muchos de ellos no pagan a tiempo sus tarjetas). Los costos que cobran los bancos se ajustan a los riesgos e historial de crédito de cada usuario. Si los políticos establecen un límite a los intereses, lo único que conseguirán es que los bancos sólo otorguen crédito a los clientes más ricos que representan menor riesgo y usan mayores montos de financiación.
Si los políticos logran su propósito de limitar las tasas de interés y acaban así con los microcréditos en nuestro país, las consecuencias sociales podrían ser devastadoras. Tan sólo el banco Compartamos, que se especializa en microcréditos para las personas más pobres, tiene 1.2 millones de créditos con un monto promedio de 4 mil 500 pesos cada uno. Estos microcréditos se emplean para propósitos productivos y son cruciales para esas familias. La tasa de interés que cobra el banco es de 73 por ciento al año, lo cual haría que, bajo el criterio de los políticos, estos microcréditos quedaran prohibidos. Pero esto simplemente dejaría a los usuarios sin más acceso a financiación que la que puedan otorgar los prestamistas informales, quienes cobran cuando menos cuatro o cinco veces más.
Compartamos registra una cartera vencida de apenas 1.7 por ciento. Esto significa que su tasa de interés no está siendo un problema para los usuarios que buscan mantener su crédito. Pero esto es algo que tampoco comprenden los políticos.
Los senadores no sólo han aprobado una medida peligrosa que podría poner fin al microcrédito, sino que además están presionando a los diputados para que la aprueben también antes de que concluya el actual periodo ordinario de sesiones. Quieren argumentar ante los electores que han reducido las tasas de interés para beneficio de los usuarios.
Lo que nunca reconocerán es que están cerrando la llave del crédito para los pobres. Si realmente logran lo que pretenden, estarán acabando con el microcrédito en nuestro país.
Senadores faltistas
Quizá los senadores no se preocupan mucho por las consecuencias de su medida para limitar el crédito a los pobres porque ellos no tienen problemas de dinero. Por lo pronto, la medida fue aprobada en lo general por 66 votos a favor contra 8 en contra. ¿Dónde estaban los otros 54 senadores, 28 por ciento del total? Al parecer ya de vacaciones. De hecho, la votación en lo particular tuvo que ser suspendida porque ya no había quórum. Con razón los senadores no se preocupan por los efectos de sus medidas sobre los pobres.
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