Sara Arellano
El Universal
Sábado 14 de marzo de 2009
politica@eluniversal.com.mx Ansiedad, depresión y pánico son los trastornos mentales que ha detonado la crisis económica actual, que no sólo ha castigado los bolsillos de los mexicanos, sino también su salud física.
Investigadores coinciden en que la crisis económica y el miedo al desempleo aumentan la prevalencia de alteraciones mentales por ansiedad y, en consecuencia, la demanda de atención siquiátrica.
En 2008, cuando la inflación superó 6.5% y el desempleo alcanzó 4.25%, los factores ambientales determinaron la alteración mental.
De esta forma, de enero a septiembre las consultas siquiátricas en el sector Salud capitalino se elevaron casi 35% y más de la cuarta parte de los pacientes fueron niños.
Sobre este último punto, especialistas consultados por la Unidad de Investigación de EL UNIVERSAL advirtieron que como los padres no desean que sus hijos sean futuros desempleados, los inquietan enfatizándoles la importancia de prepararse académicamente para conseguir un buen trabajo.
El resultado, explicaron, es que los niños se paralizan y bajan su rendimiento escolar.
Gabriela Cámara, de Voz Pro Salud Mental, alertó que cuando un padecimiento no es atendido a tiempo termina manifestándose con dolores musculares y contracturas y en el peor de los casos, con diabetes o cáncer.
Juan Antonio Díaz Pichardo, médico del Hospital Psiquiátrico Infantil, detalló que la ansiedad y el estrés “son sanos en dosis moderadas y se diagnostica trastorno mental cuando impide que la persona continúe sus actividades diarias”.
De manera habitual las personas “se evaden con el juego, internet, ir de compras y paseos, pero en la actualidad no hay forma de hacerlo por la reducción del poder adquisitivo. Es cuando se desencadena una serie de alteraciones mentales, en general reflejadas en síntomas físicos”, precisa la logoterapeuta Pat Velásquez.
Mario tiene 42 años, es gerente de cuenta de una empresa de seguros, casado y padre de tres hijos. Por segunda ocasión experimenta parálisis facial, debido a que vive de manera permanente con miedo a ser despedido y desequilibrar aún más su economía familiar.
Este diario siguió el caso de un niño de 12 años del Distrito Federal, diagnosticado con ansiedad y trastorno de déficit de atención e hiperactividad, producto de la presión que ejerce su madre para que estudie.