EL NORTE de ayer trajo una noticia insultante, cínica, ofensiva, preocupante y desvergonzada: "Se da el IFE millones en bonos".
Si usted no la leyó, por favor, hágalo. Y aunque anoche se dio marcha atrás al intento de los consejeros del Instituto por aumentarse desmesuradamente el sueldo, es un buen ejercicio para recordar la poca vergüenza de algunos que llegan a puestos públicos y a posiciones privilegiadas.
La crisis define su rostro cada vez más. El desempleo aumenta. Quienes todavía pueden colocar sus productos en el mercado, en vez de recibir el pago correspondiente, reciben una explicación sobre por qué no les será liquidada la deuda en ese momento. Y el proveedor se queda sin liquidez, por lo que tampoco puede pagar a sus propios proveedores que dejan de surtirle lo necesario y, por lo mismo, ellos ya no pueden pagar y... sígale.
No es un círculo vicioso; es una espiral en donde todos terminamos afectados. Bueno, casi todos. Los políticos y los consejeros del IFE ni se enteran. Ellos viven entre algodones de azúcar, fascinados y gozando de nuestros impuestos, ese insólito e inimaginado regalo que les dio la vida, porque pueden hacer con ellos cuanto se les antoje.
Permítame aclarar algo: a mí, como a muchos mexicanos, me parece que el IFE fue esencial para lograr unas elecciones más limpias y claras. Pero el IFE de Woldenberg; lo que ha seguido no vale ni la cuarta parte de lo que nos cuesta.
Y si en aquel IFE también se recetaron unos bonos jugosos (que así estaba establecido, dijeron, y era legal), lo de ahora que quedó en el mero intento, para decirlo con delicadeza, no tiene abuela.
Escuchamos ayer por televisión las primeras justificaciones. Y hasta flojera da ocuparse de ellas. Es la misma historia repetida y vuelta a repetir: tanto la pretensión de un desvergonzado aumento de sueldo como los bonos, los seguros, los gastos de celular, de chofer, de carro y de todo lo demás son legales. Y ante una repetición, otra: son legales, pero no morales.
Ya de por sí es costosísimo que los consejeros dependan ahora, en muchas de sus decisiones, de la línea de sus respectivos partidos políticos. Si de alguien deberíamos esperar objetividad y transparencia es de cada uno de ellos en lo individual y de todos ellos como conjunto. Pero no es así.
Pagar impuestos es necesario. Siempre y en todo el mundo se han pagado de una y otra manera. Han sido impuestos justos o abusivos, absurdos o sensatos, transparentes u opacos, directos e indirectos. Los adultos aceptamos pagarlos como parte de nuestras obligaciones cívicas, pero en este país nos duele hasta el alma hacerlo porque su destino no es el esperado.
Quienes toda la vida hemos sido contribuyentes cautivos sabemos cuánto nos cuesta cumplir con nuestras obligaciones fiscales. Millones de mexicanos no tenemos otro remedio y pagamos, pero millones más no lo hacen.
¿Para qué pagar si su dinero cubrirá las cirugías plásticas de los y las líderes o candidatos a puestos públicos, las casas chicas (es un decir) de las respectivas amantes de algunos políticos, los relojes de lujo, los viajes todo incluido a cualquier parte del mundo, los autos y los ranchos tentadores, las botellas de vino exclusivas y una lista de cosas benéficas sólo para unos cuantos, pero jamás para el País ni para quienes nacen y mueren en él sin tener oportunidad de aspirar a algo que no sea la miseria?
Este año las universidades y empresas han anunciado que no habrá aumentos, pero los consejeros electorales del IFE se intentaban otorgar un aumento de casi el 100 por ciento. Nada más ganaban 172 mil 379 pesos mensuales y buscaban recibir 330 mil entre sueldo, bonos, compensaciones y remuneraciones especiales. Además, como este año trabajarán mucho porque es de elecciones, todo el personal del IFE, incluidos los consejeros, esperaba recibir un bono equivalente al 60 por ciento de su salario.
La nota de ayer dice que cada uno de los consejeros habría recibido 4 millones de pesos al año. Cuentan con varios seguros: el institucional, el de retiro, el de gastos médicos mayores, el de separación individualizado y, también, una prima vacacional, otra quincenal y un aguinaldo por 40 días de sueldo. ¡Pobres!
Dos preguntas: ¿qué podemos hacer para detener esto como fuente de financiamiento que somos? Dos: si así lo hubieran dejado, ¿a dónde envío mi currículum y lleno una solicitud?