Esta crisis alimentaria está fuerte. Donde le pega a mi querido jitomate es que ya no hay temor a Dios.
Confieso que llevo algunos meses tratando de no ver los precios de los alimentos. Lo que hago es no ver los letreros y calcular solo el kilo de cosas que antes compraba 3 kilos (como el jitomate). Milagorsamente, sin ver mucho los precios y por supuesto, sin checar el ticket (cosa que no recomiendo, by the way), no me he pasado de mi presupuesto semanal.
Pero ayer domingo, regresando del gimnasio, aproveché que mi esposo no estaba para hacerme un huevito a la mexicana (a él no le gustan así). Tomé la bolsa de jitomates y casi me da diabetes del susto: pagué $70 por kilo y cacho de jitomate!! SETENTA PESOS?? Mi cara de shock estaba como para anuncio.
Desafortunadamente esto significa que muchas personas en el mundo se unirán a la franja de la pobreza. Las familias que destinan el 50% o más de sus ingresos a comprar alimentos, son las más perjudicadas.
Es difícil llevar una alimentación y una cartera sana con los precios de los vegetales a ese nivel. Y la verdad, me quedan pocas ideas que recomendar para hacer frente a esta crisis.
Algunas de las que se me ocurren poniendo como ejemplo mi adorado jitomate:
* Usar más puré de tomate que jitomate en mis salsas.
* Sustituir en lo posible el jitomate por tomate verde.
* Aumentar el consumo de frutas de temporada (por aquello de las 5 porciones de fruta y verdura al día)
* Cambiar mi amada salsa pico de gallo por otra (sniff)
* Llorar por los rincones
* Rezar porque bajen las heladas, las sequías, los incendios y las mentadas durante los próximos 3 años, por lo menos.
Triste que en el país, el campo no solo está olvidado sino es despreciado por el propio gobierno. Triste que tengamos la tecnología para lograr verduras y granos más resistentes a desastres climáticos, pero que el miedo y la política de intereses no permita usarla.
Echemos mano del ingenio, queridos lectores, porque al final del día, nuestro mayor recurso es aquello que se encuentra dentro de la cabeza: nuestro cerebro.
FUENTE: www.blogylana.com