Deudores se borran del mapa
Son usuarios dispuestos a pagar, pero sostienen que emprenden la ‘fuga ’ cuando las instituciones financieras les niegan toda posibilidad de acuerdo
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Thelma Gómez Durán
El Universal
Miércoles 07 de enero de 2009
finanzas@eluniversal.com.mx Desaparecer. Esto fue lo que hizo Isabel, como una cantidad creciente aunque incalculable de mexicanos, para librarse de sus deudas por tarjetas de crédito. Tomó sus maletas y dejó la ciudad de México para establecerse en la isla de Cozumel, donde se construyó un nuevo futuro, después de quedar en el desempleo y de que sus adeudos crecieran hasta robarle el sueño. Hace cuatro años los bancos le perdieron la pista y ella no piensa darles la oportunidad de encontrarla y de que le cobren una deuda que sumando los intereses podría alcanzar los 150 mil pesos.
Isabel cuenta su historia con la sola condición de omitir sus apellidos; tiene 47 años, es madre
Cifras para pensar
Se incrementaron las tarjetas y las deudas
3.9
POR CIENTO de morosidad en tarjetas se registró en 2005
9.9
POR CIENTO se registró en diciembre de 2008
37.1 MILLONES tenían crédito en 2005; en 2008 había 51.5 millones
5
MILLONES de personas presentan retraso en los pagos
soltera y durante varios años trabajó como bibliotecaria. Obtuvo cuatro tarjetas de crédito con sólo dar una copia de su credencial de elector. Siempre pagó sus saldos totales y era meticulosa con las fechas de corte, hasta que en 2002 su historia cambió. “Una de las tantas crisis que ha tenido este país me dejó sin trabajo y con varias deudas. Trataba de pagar un poco más del mínimo, sacaba dinero de una tarjeta para pagar la otra; la deuda seguía creciendo y llegó un momento en que ya no podía. Los intereses me comieron. Dejé de pagar”.
La vida de Isabel como “cliente consentida” del banco terminó. Las voces dulces y amables que en el pasado le ofrecían tarjetas cambiaron de tono y se convirtieron en intimidaciones constantes. De nada le sirvió haber pagado durante años en forma puntual ni explicar que no tenía trabajo; ni siquiera le respetaron el seguro de desempleo supuestamente incluido en la tarjeta de crédito. El “poder de su firma” que en otro tiempo le abrió puertas e inspiró sonrisas se convirtió en su peor pesadilla, sobre todo cuando empezó a recibir amenazas de embargo. “A finales de 2004 seguía sin ingresos suficientes, así que me fui de la ciudad. Decidí desaparecer del mapa de los bancos. Y espero que así permanezca, desaparecida para ellos”, cuenta esta mujer, cuyo historial crediticio se convirtió en su acta de defunción como sujeto de crédito.
El número de desaparecidos por deudas con tarjetas de crédito es un misterio para la Asociación de Bancos de México. Eduardo Kuri, su vocero, dice no poseer cifras de cuánta gente se volvió ilocalizable para los departamentos de cobranza de los bancos o los despachos jurídicos dedicados a cobrar deudas. Mucho menos conocen sus nombres, pues para ellos sólo existen bajo la denominación genérica “deudores”, un ejército que por cierto se duplicó en los últimos tres años, si se toma en cuenta el índice de morosidad en tarjetas de crédito. En diciembre de 2005, según la misma fuente, era de 3.9%; para noviembre de 2008 alcanzó 9.9%, según datos de la misma asociación.
También durante este periodo las instituciones crediticias repartieron alegremente créditos. De acuerdo con el Buró de Crédito, en 2005, 37.1 millones de personas tenían algún tipo de crédito; en 2008 el número se elevó a 51.5 millones.
La misma institución señala que 5 millones de personas presentan retraso en los pagos de sus créditos de tarjetas, hipoteca o automotriz. Esa cifra representa 10% del total de las personas con crédito, mientras que a finales de 2007 era 8%.
Más de los que se piensa
No son pocos los desaparecidos de los bancos. En ello coinciden Ricardo Amezcua Galán y Jorge Ariel Morales Franco. No se conocen, pero como abogados defienden legalmente a deudores de tarjetas de crédito y saben que la lista de desaparecidos por deudas suma cada día nuevos nombres. “Desde hace dos años es más común encontrar casos de personas que cambian de casa, de ciudad o que cancelan sus líneas telefónicas para librarse del acoso que sufren por parte de los bancos para que paguen sus deudas. No es que no quieran pagar, simplemente les es imposible por los intereses tan altos que cobra la banca en México”, comenta Amezcua Galán. Su experiencia le permite tener sus propias cifras: de cada 10 deudores de la banca, siete son los que pagan en forma adecuada.
En internet existen foros virtuales o blogs, como soydeudor.com y tarjetasdecréditomex.foroactivo, donde los miembros escriben sus experiencias con los despachos de cobranza, denuncian las amenazas que reciben y comparten recomendaciones de qué hacer cuando no se puede pagar una deuda: por ejemplo, dejar de pagar y no contestar llamadas. La mayoría de los mensajes coinciden en que los deudores quieren pagar pero no pueden. Han surgido, además, por lo menos tres asociaciones de deudores. Una de ellas es la Fraternidad Nacional de Deudores, fundada en 1996 y que hoy cuenta con 8 mil afiliados, 6 mil de ellos deudores de tarjetas de crédito.
Cada uno debe pagar entre 100 y 200 pesos mensuales, lo cual le da derecho de recibir asesoría jurídica.
“Les enseñamos a negociar con los despachos de cobranza, a que lleguen a convenios justos”.
Planes opuestos
Bancos y deudores exploran estrategias
* No hay cifras de cuánta gente se volvió ilocalizable para los departamentos de cobranza
* En Internet existen foros donde los miembros denuncian las amenazas que reciben y comparten recomendaciones de qué hacer cuando no se puede pagar una deuda
Cuando no es posible un acuerdo recomiendan demandar al banco para “exigir que sólo se cobre la deuda real y no los intereses, porque hay muchos intereses que ni siquiera se establecen en los contratos o ni existen contratos”, explica Amezcua Galán, asesor jurídico de la Fraternidad Nacional de Deudores, y quien ha entablado cerca de 800 juicios contra bancos, principalmente Banamex, Bancomer y HSBC.
Pagar lo justo
Como Isabel, Jorge F (así prefiere ser citado) decidió desaparecer. Su primera tarjeta de crédito la obtuvo en 2000. “Necesitaba una cuenta de cheques para manejar un negocio que estaba montando. Para que el banco me otorgara esa cuenta debía aceptar el plástico, seguro de vida y de auto, aunque no tenía coche”.
El negocio no fructificó, Jorge perdió cerca de 150 mil pesos y canceló cuenta y tarjeta, o al menos eso creyó. En 2005 se enteró de que el plástico seguía vigente porque no liquidó 50 centavos que, sumados a las anualidades e intereses generados durante dos años, se habían convertido en una deuda por 6 mil pesos. No fue su único problema. Con otro plástico realizó compras por internet y cuando llegó su estado de cuenta identificó gastos que no había realizado. De nada le sirvió llamar al departamento de aclaraciones del banco y acudir a la Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios de las Instituciones Financieras (Condusef); sólo perdió tiempo y esperanza.
“No existió ningún arreglo. Yo reconocía una deuda de 8 mil pesos y tenía esos comprobantes, pero según el banco yo debía alrededor de 16 mil. Así que decidí no pagarles nada. Mi postura siempre fue que sólo les pagaría lo que reconocía como deuda”. Jorge acudió a varias citas con los despachos de cobranza, cuyos ejecutivos le ofrecieron un plan de pagos que correspondía a la deuda que él reconocía, pero nunca cumplieron. Los estados de cuenta seguían considerando la deuda total de 16 mil pesos. “Para mí fue una trampa. Decidí ya no pagar nada”.
Durante seis meses recibió llamadas telefónicas a todas horas y amenazas de embargo por las dos tarjetas de crédito que debía. Incluso buscaron a las personas que había dado como referencia. Jorge no tuvo que migrar de ciudad, se mudó de casa y cambió su línea telefónica. Habló con sus amigos y familiares para explicarles su situación y pedirles que si lo buscaban sólo contestaran que no sabían nada de él. Hace tres años se perdió del radar de los bancos.
Este desaparecido, de 34 años, con carrera universitaria y un trabajo que lo absorbe casi todo el día, piensa que “no pagar ese dinero al banco es para mí una cuestión de principios, porque no voy a regalar un dinero que yo no gasté”. Además, recomienda desaparecer cuando se está en un caso extremo. “Los bancos contribuyen a esa cartera vencida por sus altos intereses. La gente no se endeuda pensando en que no va a pagar, pero cuando no se tiene el dinero, se perdió el trabajo y la deuda afecta la salud y la tranquilidad, ¿qué haces? Te acabas la vida o desapareces”.
Una ruleta rusa
El abogado Morales Franco no recomienda desaparecer. “Puede ser una solución económica, pero no legal. Eso están haciendo muchos deudores, se están yendo por la libre y se arriesgan demasiado. En algunos casos funciona dejar de pagar, pero puede ser una ruleta rusa, porque el banco puede demandarlos”.
Hace dos años comenzó a defender jurídicamente a deudores de tarjetas de crédito y es parte del grupo de abogados que da consejos jurídicos en la página de internet mexicolegal.com.mx. Al día recibe cerca de 100 correos electrónicos; “90% lo que quieren escuchar es ‘desaparécete’, porque no tiene recursos para pagar; pero hay caminos legales que la gente no utiliza por desconocimiento, porque hay muy pocos abogados capacitados”.
Este abogado lleva al mes de 10 a 12 juicios contra bancos. Lo mínimo que cobra por sus servicios son 30 mil pesos. Asegura que todos los juicios por tarjetas de crédito se resuelven a favor de los deudores, porque “existen los medios legales para obligar al banco a que cobre sólo la deuda real, no los intereses”. Pero quienes no pueden pagar a un abogado, no tienen esperanza alguna de ganar un juicio. Por eso, para muchos, el único camino es desaparecer.
Isabel y Jorge F no tienen idea de si los bancos ya los demandaron. Ambos deben esperar a que se cumplan los seis años obligatorios para dejar de estar en el registro de deudores del Buró de Crédito. A Isabel sólo le faltan dos y no quiere saber nada de tarjetas de crédito; tampoco le interesa sumarse a movimientos ligados con partidos políticos que buscan impulsar el no pago de las tarjetas como protesta por los intereses tan altos de la banca. A lo que sí se sumaría es a un movimiento ciudadano “que no sea exclusivo de deudores, que sea de todos los usuarios de la banca”. Su argumento se sintetiza en esta pregunta: “¿Por qué permitimos que la banca cobre intereses tan altos y a los ahorradores se les ofrezcan intereses de risa?”.
Asegura que los ciudadanos deben impulsar ese movimiento, sobre todo después de que en el Congreso de la Unión dejó en espera, o congelada, la aprobación de las reformas en defensa de los usuarios de servicios financieros y las prohibiciones a los bancos para incrementar los límites de crédito sin aviso al cliente, enviar tarjetas de crédito no solicitadas y dar crédito al consumo a menores de edad.
Hace tres años Isabel regresó a la ciudad de México. Tiene empleos temporales por honorarios. Las deudas de sus tarjetas no lograron arrebatarle el sentido del humor, suelta una sonora carcajada al recordar que cuando vivía en Cozumel sonó el teléfono y al contestar se sorprendió: llamaban de un despacho de cobranza; pero no la buscaban a ella, llamaron durante varias semanas preguntando por una mujer llamada Lorena que, como ella, se esfumó.